jueves, 3 de noviembre de 2011

La huella mortífera de tu amor...

Desde hace mil otoños que no le veo y aún recuerdo el sabor de sus besos. Mientras tanto las sombras del adiós caminan conmigo a lo largo de este sendero que vacila entre la vida o la muerte. Perderme en mis pensamientos ha sido la opción de existir desde aquella partida, versar nunca hizo tanto daño desde que él ya no esta. Y el frío que un día fue propicio de un beso, ahora me quema los huesos. Los espectros del anochecer reflejan el dolor que florece en mi piel y las lagrimas caen como hojas sin cesar, haciendo memoria de aquel amor que un día llegó y ya no está. Por ahora, seguiré andando, cargando un corazón exento de culpas de Dios pero condenado al dolor del amor, tratando de sepultar ilusiones y besos en cementerios que esconden secretos. Sin embargo yo le esperare, en aquel banco de la estación del tren, en la que un maldito día, se escribió en mi ayer...

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